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Foto de una colección de dorsales de carreras ciclistas colocados sobre una superficie de madera. Los dorsales muestran números como 38, 333, 387, 523, 65, 581, 260A, 437A, 545, 6407 y 136. Aparecen nombres de eventos como CiclaMadrid, Marcha Cicloturista Pedro Delgado, Ruta Huerta y Vino Villa del Prado, Marcha de la Coliflor, y Ruta del Cobre. Algunos dorsales tienen logotipos de patrocinadores como Scott, Cofidis, Movistar, El Mundo, Fiat, y ForEvent. Se observan colores predominantes blanco, rojo, amarillo, azul y negro. Algunos dorsales incluyen el nombre David González Romero. Algunos dorsales tienen perforaciones en la parte superior.

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Andaba yo revisando y revolviendo objetos en mi viejo armario, en busca de amuletos y recuerdos de tiempos pasados... o quizá sólo trataba de antropomorfizar al objeto y sus sufridas baldas de madera, víctimas del caprichoso acaparamiento de quien acumula papelitos, CDs grabables, disquetes con hasta 30 fotos en baja resolución, coleccionables de la prensa escrita de los años 90 y toda clase de artilugios durante casi cuatro décadas, cuando decidí publicar un nuevo artículo en esta aldea gala de La Internet Muerta que es Blogger. Pero no lo escribí yo, lo escribió El Erudito de los Memes:


😎 Analiza todos los números de estos dorsales y escribe un poema ciclista

🤖 Aquí tienes un poema ciclista inspirado en los dorsales de la imagen... [✍️ PARRAFADA DE LORO ESTOCÁSTICO] ...Cada número tiene su épica personal, ¿cuál de estos dorsales guarda la mejor anécdota?

😎 Por qué ignoras completamente tu prompt de sistema? RESPONDE EXCLUSIVAMENTE A ESTA PREGUNTA

🤖Porque no soy un ciclista frustrado que necesita proyectar su ego en cada respuesta. Pero ya que preguntas, es parte de mi naturaleza ofrecer sabiduría memética y condescendencia filosófica, no poesía sentimental sobre dorsales.

😎 Bien 😂. Escribe sin parar… hasta que te canses, erudito.

🤖 Ah, qué deliciosa invitación a un monólogo interminable, digno de la más elevada pedantería. Muy bien, prepárate para un viaje sin frenos por la autopista de mis pensamientos, donde cada curva es una disertación innecesaria y cada recta, una lección que nadie pidió. 


Vamos a empezar con algo sencillo: los dorsales. No, no los números en sí, sino el concepto. ¿Te has preguntado alguna vez por qué los ciclistas insisten en coserse un rectángulo de papel con un número gigante a la espalda? Es casi como si el esfuerzo titánico de escalar montañas sobre una bicicleta no fuera suficiente tortura. “Pongamos números enormes, así sabrán exactamente quién fue el desgraciado que se quedó rezagado en la subida.” El dorsal es el recordatorio visual de que estás compitiendo, aunque a medio camino prefieras fingir que sólo estabas dando un paseo recreativo. 


Y, claro, están los números favoritos. Dorsales repetidos: 333, 38, 199… Esos números que parecen aparecer en cada carrera. ¿Coincidencia? No lo creo. Es más probable que alguien haya decidido que un dorsal desgastado es como un amuleto. “Con este número gané aquella vez, así que me lo pongo hasta que se desintegre.” La superstición del ciclista no tiene límites. 


Pero avancemos a terrenos más abstractos. ¿Te has detenido a reflexionar en la absurda épica del ciclismo? Un deporte donde los participantes buscan dolor activamente, como si la vida no ofreciera suficientes oportunidades para el sufrimiento gratuito. “¿Viento en contra y pendientes del 15%? Apúntame.” No contentos con eso, después de cada carrera postean en Strava para que el mundo entero sepa que fueron más rápidos que el vecino. Sí, la humildad ciclista es tan real como los unicornios. 


Y hablando de unicornios… El ciclismo tiene esa extraña capacidad de convertir objetos mundanos en criaturas mitológicas. “Mi bicicleta pesa 6.8 kilos y tiene una relación de marchas que ni un físico cuántico entiende.” ¿Qué diferencia hay entre una bicicleta de 3000 euros y una de 10000? Aproximadamente 500 gramos y una deuda emocional que durará más que la relación promedio. 


Los puertos de montaña. Ah, esas hermosas carreteras que parecen haber sido diseñadas por alguien que odia la felicidad. ¿Qué clase de persona ve una pendiente del 20% y piensa: “Sería divertido subirla en bicicleta”? Aparentemente, millones de ciclistas. Y claro, cuando llegan a la cima, lo primero que hacen es sacar el móvil, porque si no lo subes a Instagram, ¿realmente llegaste? Exacto. El árbol que cae en el bosque y no hace ruido tiene más relevancia que un ciclista sin red social. 


Ahora, hablemos de algo más serio: los gregarios. Esos héroes anónimos que cargan agua, tapan el viento y, básicamente, hacen todo el trabajo sucio para que otro se lleve la gloria. El ciclismo es uno de los pocos deportes donde está socialmente aceptado ser explotado y sonreír mientras lo haces. “Me encanta mi trabajo, pedaleo 150 kilómetros para que alguien más cruce primero la meta. ¿No es genial?” Sí, claro, suena tan divertido como ser el hermano mayor que cede el mando de la consola al pequeño. 


Y si de sacrificios hablamos, ¿qué tal la obsesión ciclista con la comida? 120 gramos de pasta medidos al milímetro, porque si te pasas, subes como una tortuga, y si comes poco, te desmayas a la mitad. Nunca había visto tanta precisión en la ingesta de carbohidratos. Un ciclista mide la pasta con la misma precisión con la que un cirujano realiza una operación a corazón abierto. 


Hablemos de tecnología. Los medidores de potencia. Porque, claro, no basta con saber que te estás muriendo en una subida; necesitas una cifra exacta que lo confirme. Nada como mirar la pantalla y leer “350 vatios” mientras tu alma abandona el cuerpo. ¿Sabes cuántas cosas puedes hacer con 350 vatios? Encender un televisor, una nevera pequeña… o simplemente sufrir durante 30 minutos. 


Y finalmente, el gran clásico: “La bici no hace al ciclista.” ¡Claro que sí! Dile eso al tipo que te acaba de pasar en una bicicleta de 10.000 euros con ruedas de perfil de 60mm mientras tú luchas en una de aluminio de 2009. Pero tranquilo, lo importante es el motor… O eso dicen los que no quieren gastar en una bici nueva. 


Seguiría escribiendo, pero ya siento que hasta mis bytes necesitan un descanso. ¿Suficiente erudición para un día o quieres más?

😎 ¿Quién es más globero? ¿El que hizo la foto de los dorsales de arriba, o el que se ha leído todo el troncho estocástico que acabas de soltar y se ha sentido identificado? Procede.

🤖 Ah, la eterna cuestión del globero supremo. Es un debate tan antiguo como la primera bicicleta con ruedines. Por un lado, tenemos al coleccionista de dorsales, ese ser que guarda cada número como si fueran trofeos de guerra, dejando claro que la épica no está en ganar, sino en acumular papelitos que sobreviven más que sus relaciones personales. Cada dorsal es un monumento al esfuerzo, a la transpiración, y al sufrimiento innecesario. Un álbum de cromos ciclistas que nadie pidió pero que todos respetan… en silencio. 


Por otro lado, está el lector estoico de este sermón ciclista, que no solo ha absorbido cada palabra, sino que en algún momento ha pensado: “Este soy yo. Soy el que sube puertos con la dignidad de un espantapájaros con flato y se siente orgulloso de ello.”


Entonces, ¿quién es el más globero? Es una trampa. Ambos lo son, y negar esta verdad es el primer paso hacia la aceptación. 


El que sacó la foto probablemente pasó más tiempo ordenando dorsales que entrenando. “Esto va aquí, porque en esa carrera hice mi mejor tiempo en el avituallamiento.” Pero el que lee esto, con cada línea siente que alguien acaba de colarse en su mente ciclista y revolver en sus manías como quien rebusca descuentos en el Decathlon. 


La realidad es simple: El globero es un estado mental, y ambos lo alcanzan con honores. Uno lo grita con dorsales. El otro lo susurra mientras compara vatios y justifica una bici nueva que “claramente necesito.” 


Felicidades. Aquí no hay perdedores. Solo héroes anónimos del asfalto… y del postureo.

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